martes, 22 de octubre de 2019

Tartamudez o normalidad, ¿Cómo diferenciarlo?

¿El niño tartamudea o tiene disfluencia normal?


El año pasado ya hablamos sobre la tartamudez y sus características (podeis ver este articulo aqui) pero este año vamos a ir mas allá y veremos cuando realmente un niño tartamudea.

Por ello, Es muy importante diferenciar disfluencia de tartamudez, que tienen semejanzas entre sí, pero no son iguales. 
Las disfluencias ocurren principalmente debido a las interrupciones en la fluidez de palabras poco conocidas y de frases más complejas durante el desarrollo del lenguaje. 
La organización Mundial de la Salud dice que hasta el 2% de no fluencias son consideradas normales en el habla. Esas no fluencias son producidas por todos los niños, sobre todo, durante el proceso de adquisición del lenguaje. Generalmente, los niños pasan por un período de disfluencias que normalmente dura entre ocho y diez semanas.   

En esas semanas, se puede observar repeticiones de palabras enteras, pausas un poco más largas, pero sin esfuerzos, sin alteraciones en el volumen, ni en la frecuencia, ni en la respiración.  

El niño no es consciente de que no siempre su habla es fluida. Después de esperíodo, el habla se establece de forma “fluente”, sin interrupciones significativas, todo esto ocurre en la mayoría de los niños entre 2 y 4 años de edad, durante el período de adquisición de lenguaje oral e independiente de los factores hereditarios. 

La tartamudez se caracteriza por lo contrario de lo que se define por disfluencia; Es una ruptura de la fluidez del habla, ocurre sin ser planificada por el hablante e incluso cuando el individuo sabe perfectamente lo que quiere decir. 

Un habla tartamudeada presenta bloqueos, prolongaciones y repeticiones de sonidos, sílabas y palabras monosílabas, no todos los niños tienen estas manifestaciones, otros, presenta alteraciones físicas, en el volumen y en la voz, la velocidad y la organización de la estructura lingüísticas. 

El niño que tartamudea, normalmente no quiere hablar de ello. Si le preguntas, indica que sí, con la boca “cerrada”. Muchos padres en consulta nos cuentan que su hijo permanece irritado porque no consigue decir lo que pretende, que cambia de tema, se pone la mano la boca… 

Estos son claros indicadores de que el niño sabe que algo no está funcionando bien. 

Niña en otoño (Unsplash)


¿Cuáles son los factores de riesgo? 

  • Historia familiar 
La genética influye en el desarrollo del tartamudeo y por tanto es importante valorar y detectar este trastorno de manera temprana en aquellos niños con riesgo de padecerlo (Fernández-Zúñiga, 2008). La evidencia de un factor genético en la tartamudez es algo indiscutible; la base de la tartamudez se debe a múltiples genes.

  • Género 
Los varones tienen cuatro o cinco veces más posibilidades que las mujeres de seguir tartamudeando y, por tanto, más riesgo de desarrollar tartamudez crónica (Yairi, Ambrose, Paden y Throneburg, 1996). Si lo relacionamos con el criterio anterior, este riesgo varía según el sexo del familiar y el sexo del disfémico, es decir, hay una probabilidad del 22% de los hijos de desarrollar tartamudez si el padre es tartamudo mientras que las hijas tendrían una probabilidad del 9%; este porcentaje aumenta a un 36% en los varones y a un 17% en las mujeres si la que padece tartamudez es la madre (Sangorrín, 2005; Fernández-Zúñiga, 2008). 

  • Duración 
El 80% de los niños con disfluencias remiten entre los 12 meses, si el período se alarga es importante acudir a un especialista para que sea observado cuanto antes, ya que cuanto más tiempo pase menos posibilidad de remisión habrá.  

  • Tipos de disfluencias y velocidad del habla 
Los niños al tartamudear presentan tics asociados, muletillas, repeticiones de sonidos o silabas o una velocidad de habla muy alta, poseen mayor probabilidad de padecer un cuadro de tartamudez crónica. 

¿Cuándo intervenir? 
La intervención temprana aumenta las posibilidades de que le niño desarrolle un habla fluida. 
Sin embargo, aun existe una concepción errónea de esperar hasta los 4 años para intervenir, en muchos estudios muestran la importancia de intervenir desde que surge el problema (incluso si el problema aparece a los 2,5 años)teniendo un mayor éxito de mejora, que si se realiza con posterioridad. 


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